miércoles, 28 de diciembre de 2011

Historias (anexos)


7 fueron los hijos de Gea, cada uno con una misión específica en el mundo o por lo menos eso era lo que se creía pues estuvo Anthon hermano encargado del agua, Felion hermano encargado del fuego, Dholia a cargo del aire, Roseph de la tierra, Loleise de la noche y Maurent del día pero había uno en especial que ninguna orden recibió, era extraño porque a diferencia de sus hermanos Elfen no poseía un poder especifico y se diferenciaba de ellos pues su tono en la piel era como el de un ser humano común y corriente, la complexión física era mas delgada y su belleza muy escasa. Resultaría poco obvio si se dijera que él no noto aquello, se sentía tan inútil que decidió emprender un camino para definir quien era realmente. Uno a uno a sus hermanos se acercó para colaborar en sus acciones y al mundo su ayuda prestar pero aquellas acciones no dieron algún resultado y en cada una aunque aprendió demasiado se enteró que no pertenecía a ello.

Para definir lo que en ese momento estaba sintiendo Elfen se podría comparar con una triste noche de tormenta, con la soledad embargando su cuerpo y el frío de la lluvia golpeando su mente, estaba tan ofuscado, tan triste y poco gratificado que no lograba pensar en nada mas que en la inútil vida que en ese instante vivía. Se sentaba en las copas de los arboles mientras contemplaba a sus hermanos realizando sus labores, miraba desde lo lejos como cada uno obtenía descendientes y el continuaba solo y triste.

-        -  Madre… ¿Cuál es mi razón de existir? – fue su mayor error el realizar aquella pregunta ya que si de algo uno no puede renegar es de su vida el mayor regalo de nuestros padres los cuales nos la dan con esfuerzo tal como lo hizo Gea quien ahora se encontraba indignada y llena de ira por su pequeño.

Lo cierto era que Elfen tenía una razón en el mundo que estaba a punto de ser revelada pero para ello había que continuar teniendo paciencia la cual el chico estaba perdiendo. Al no recibir respuesta alguna de su madre empaco sus pertenencias en una manta atada a una vara, se puso ropa cómoda y abandono el valle de Seul para iniciar una nueva vida aparte de sus hermanos que le recordaban día a día lo poca que era su vida. Pensaba que si hacia aquello podría estar muy feliz o al menos intentaría estarlo ya que no habría algo que le recordara su triste vida anterior, pero se equivocaba ya que todo aquello no se trataba de ver o no ver a sus hermanos sino de sacarlo de su mente.

La primera noche acampo en un claro bajo la luz que pasaba por los arboles de la luna llena, la naturaleza y la tierra era su madre por lo cual donde quiera que estuviera la pasaría bien y no le faltaría nada eso sería para él pero para sus hermanos esa noche fue todo muy distinto, cada uno enfermó y esa enfermedad se complicó obligando a los ciudadanos elfos a ir en busca de el  único que podría ayudarlos, Elfen. Al lugar donde se encontraba el muchacho llego un mensajero del aire con un mensaje de su madre y una profecía la cual tendría que cumplir “la razón por la cual estas tu vivo es para que ocupes el lugar de cada uno de tus hermanos, no reemplazaras a uno sino a todos, no tendrás un poder los tendrás todos, serás el que tome el mando frente a todos los elfos pero eso solo sucederá si logras enfrentar y salvar a tus hermanos” aquella notica lo tomo con tanta sorpresa que le costó algunos momentos asimilarlo para acto seguido emprender una carrera de vuelta al valle en rescate a lo que sea que estuviera atormentando a sus hermanos.
No podía mentir, el miedo embargaba su corazón, creía que en el valle lo esperaba un monstruo que destruía la ciudad, o un peligro al cual jamás se habían enfrentado, cuando llego noto todo demasiado tranquilo cosa la cual se le hizo muy extraño, camino hasta la casa donde todos sus hermanos vivían y los encontró tendidos en sus camas moribundos y quejándose de alguna dolencia inexplicable en su cuerpo. Elfen entendió que aquel peligro del cual le había advertido su madre iba a ser mucho mas difícil de lo que pensaba, aquel no se trataba de un monstruo asesino, un espíritu maligno o algo parecido era nada mas y nada menos que el tener que enfrentarse a ver sus hermanos morir uno a uno luego de que el reloj en su pared dio las cero horas. Anthon reencarno en sus lágrimas, Felion en la ira de su corazón, Dholia en su aliento desgastado y afligido, Roseph en sus pies firmes sobre la tierra, Loleise en sus tristes pensamientos y Maurent en los buenos que esperaban emerger. Asi fue como Elfen se hizo señor de la naturaleza gracias a sus hermanos y a la misión que tenía su madre para él. Se sentía orgulloso y estaba seguro que no defraudaría a su pueblo ni a la memoria de sus difuntos familiares, por años guió a su clan y los condujo hasta varias victorias y los acompañó en muchas pérdidas pero jamás permitió que se destruyera o se presentaran conflictos internos. 

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