sábado, 7 de enero de 2012

Historias (Anexos)

La princesa del mar

Cuenta la leyenda que el mar bravo trajo una sirena a las playas de un pueblo un tanto perdido, olvidado en la polvoreda que causa la ausencia total de recuerdos; allí varó. Llegó en una ola brillante, que la empujó con delicadeza, depositándola con sutil belleza en la playa. La ola amaba a la sirena. El mar entero amaba a la sirena.

Pasaron los días en aquella playa grisacea y carente de contacto humano, hasta que pasó por allí un joven, un joven príncipe de nombre Bartolome, hijo único que mantenía en pie aquél olvidado pueblo, junto a su padre y la ausencia de su difunta madre. Nunca pasaba por allí, no le gustaba lo gris de la playa, pero vaya uno a saber por qué decidió cambiar de ruta. Algunas personas lo llaman destino. En su caminar la miró directamente a los ojos, y desde ese mismo momento no pudo dejar de observarla, tal como si de un hechizo se tratase. Eso es lo más bello de la belleza, que cuando uno se la topa, no puede dejar de observarla; es eterna.

Se quedó ahí horas, días e incluso meses, el pueblo y la realeza estaban desesperados buscándole hasta debajo de las piedras, pero no se movió, miraba a la sirena y la repasaba cuidadosamente de cola a cabeza sin cansarse.

“El mar me aclama y quiero llevarte conmigo; jura amor eterno a mí, Bartolome, amado mío” Fueron las palabras de la hermosa sirena y el joven juró amor eterno en aquella desolada playa donde el mar azotaba la orilla furibundo, queriendo arrastrar a la sirena consigo nuevamente. Juró el príncipe que dejaría todo por aquella bella mujer, su vista se veía nublada por su hermosura, dejaría la realeza, su pueblo y hasta a su prometida, con la que se casaría próximamente.

Odelette, Odelette, era el nombre de la sirena, amante, hija y amiga del mar, que en las redes del amor había caído, enamorándose de un humano a la orilla de la playa, donde el mar que ahora arrepentido, la había traído. Ante sus ojos aquél hombre era el ser más perfecto sobre la faz de la tierra, y que tras los años sumergida en el mar jamás había visto.

El mundo humano era más interesante y complejo que la vida bajo el mar, la mujer guiada por su amado conocía por primera vez aquél mundo completamente nuevo para ella. Y para los habitantes del pueblo una mujer normal caminaba de la mano con el príncipe comprometido por las calles derramando amor por cada esquina, entre beso y beso en cada callejón. Las señoras del pueblo estaban escandalizadas y esta gracia del príncipe no tardo en llegar oídos de la realeza.


Días más tarde a la orilla de la playa la sirena sola se encontró, después de haber entregado su cuerpo en coito al joven príncipe; su amado no estaba más y el mar que había sido testigo sollozaba pidiéndole el regreso a la sirena, azotaba desesperado y la marea subía tratando de alcanzarla, pero Odelette buscaba a aquél hombre que había robado su corazón y sus caricias ¿Dónde había ido su amado quien le juraba amor eterno?

La sirena vagaba entre la gente que parecía más acelerada de lo normal, aun le costaba el caminar, pues su forma humana era difícil de dominar, más sus piernas, al vivir tantos años bajo el mar; su corazón hecho pedazos era su única compañía y el sonido del mar suplicante, pero su amor por el aquél hombre era más fuerte, que ignoraba el llamado del lugar al que pertenecía. Perdida por las calles la bella joven continuaba su camino derramando lágrimas por encontrar ante el altar a su amado el joven príncipe contrayendo matrimonio con aquella mujer de la que había jurado separarse.

“Bastardo tu no comprendes el amor, cuando quieras volver junto a mí, él sabrá que hacer y te puede dar muerte“ –sentencio dolida la joven sirena en las puertas de la iglesia, huyendo hacía la playa donde le conoció, volviendo al mar que la envolvió en las olas recibiéndola, bailaban contentas, la princesa del mar había regresado, pero podía sentir la tristeza de su corazón que dejaba negro su interior, llenándola del sucio odio y rencor hacia el hombre que la había engañando marchándose con restos de ella, aquél ser perfecto ahora se volvía un ser repulsivo al cual deseaba asesinar y alimentar aquella sed de venganza.


La noche que aquél aventuró en un barco alejándose de su pueblo y de su mujer en busca de nuevas tierras, sería la noche de su perdición, aquella joven sirena llena de inocencia no era la misma, ahora estaba llena de odio, vagando en el fondo del mar y con su canto guiando a los marineros a su muerte, esperando el día en que aquél hombre que un día amo se apareciese. Más esa noche, esa noche sería la que tanto había esperado por 5 largos años. El barco del joven conseguía observarse a los lejos y la silueta masculina de aquél hombre había cambiado, sin duda no era el mismo, había envejecido y su corazón se había oscurecido como el de la sirena, ahora era un hombre lleno de odio y rencor, que había abandonado el pueblo a su suerte después de la muerte de su padre y que había dejado a su mujer embarazada sin hacerse responsable.

La furia de la sirena había convertido aquella noche, en una noche de tormenta, inquietando el mar, el cual compartía la furia con la bella sirena y como el arrullo de una madre a un niño, con una melodiosa voz que podía enamorar, la sirena comenzó a cantar al hombre cuyo barco se acercaba en media tormenta. Ni el mar, ni ella tendrían piedad de aquél humano que oso engañar a una sirena, a la princesa de los mares, a aquella bella mujer. Llevarían al bastardo hasta su perdición sin dejar que diera explicación alguna, aunque su desgarrado corazón la pidiera y en el fondo ese amor siguiera vivo posiblemente hasta el fin de los tiempos.

La hermosa voz de la sirena inundo los oídos de Bartolome como una dulce y adictiva melodía, nublando razón y entendimiento, queriendo encontrar a la dueña de dicha voz con desespero, abandonó el barco lanzándose al mar, desvaneciendo los deseos de la sirena por matarlo, el amor que sentía por aquél hombre no la dejaba cometer aquél error como lo hacía llamar dentro de su cabeza, se arrepentiría durante el resto de sus días cargando con la muerte del hombre que un día amo, pero sabía que ese hombre no sobreviviría en medio del mar y no haría nada para remediarlo, dejaría aquél trabajo al mar alejándose de allí para siempre, su más fiel compañero decidiría si le dejaría vivir o le daría la muerte a ese vil humano.

Nunca más supo de él y el mar no se lo quiso contar, no sabía si aquél hombre seguía vivo o si estaba ya muerto, pero tampoco quería descubrirlo, habían pasado años desde aquél incidente, ahora había madurando y era una mujer centrada, aquél lío amoroso de años la había ayudado a ser quien es ahora. Odelette cambio, la dulce sirena había desaparecido, volviéndose seria, deseando liderar, su pasado la motivaba a ello, quería hacer de las sirenas seres respetables, seres fuertes, no solo objetos de belleza y deseo por los cuales los hombres se obsesionaban por tomar. Ahora sería la firme líder de las sirenas, la princesa del mar, Odelette.

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