sábado, 21 de enero de 2012

Historias (Anexos)

Irene, El nacimiento de una nueva magia

En los tiempos más remotos nació una pequeña niña prematura, en extrañas circunstancias. La leyenda contaba que la primera niña nacida en un día donde el sol y la luna compartieran en cielo, sería la más poderosa hija de la tierra. Cuando la pequeña Irene vino al mundo lo hizo entre llantos y sangre. Su madre Agatha era una maga poderosa, conocida en toda la tierra por sus fuertes hechizos y conjuros, pero en el momento en que dio a luz a su única hija su conexión era tan fuerte que su alma expió con un último suspiro y escapo de sus labios marchándose de su cuerpo.

Irene vivió la mayor parte de su vida sola, lejos de los demás niños normales. Aunque en el fondo todos sabían sobre la profecía que la acompañaba, su vida fue calmada. Paso la mayor parte de sus días leyendo los libros que su madre había preparado para ella. Para cuando el poder llegará hasta su cuerpo, estuviera preparada. Pero no había nada, ni un ápice de aquella fuerza legendaria que la precedía.

Una noche, como tantas otras, camino hacía el paraje más alejado del pueblo adentrándose en el bosque llegando a un lugar que era especial para ella. Habían pasado 19 años des de que su madre había muerto y ella estaba en el mundo. Sus piernas cedieron ante los recuerdos que poseía de aquella noche y se quedo en el suelo observando a su alrededor. El lugar había florecido adornando todo con pequeñas flores violetas que rodeaban la tumba de su madre.




-Hoy hace 19 años, madre – murmuró con un leve suspiro en sus labios mientras recostaba su cuerpo sobre aquel lugar cerrando los ojos. Podía sentir el latido de su corazón contra el suelo, aquel que hacía rebotar sus pensamientos. Húmedo por el roció que bañaba un lugar tan apartado. No supo en qué momento quedo sumida en un profundo sueño, que la llego hasta un lugar calmado a la orilla de un pequeño río, el camino rodeado por flores de colores cálidos conducía a una mujer de cabello largo, recogido apenas a un lado con suavidad y elegancia. Sus pies se movían solos hacía ella y al llegar solo una palabras salió de su boca con su melódica voz – mama – murmuró con una sonrisa en los labios. Irene estaba dentro de aquel cuerpo que no la correspondía en movimientos ni pensamientos. Solo era una espectadora más de aquel sueño.



-Pequeña, mucho tiempo a pasada des de la última vez. Has crecido, mi princesa – la voz de aquella mujer era suave y cálida y al girarse sus ojos la cegaron por completo. Sus rasgos finos y delicados con una tez perlada con un atismo de brillo hacían perder sus pensamientos en ella. Nunca la había tenido delante, des que su vida había comenzado. – No hay tiempo mi preciosa hija, apenas unos minutos para explicarte una vida. No entenderás mis palabras en un principio, lo sé. Pero el poder reside en ti, al igual que yo. En este momento, el cielo está cambiando, muchas cosas sucederán hija mía. Tu eres Irene, hija de Agatha no dejes que nadie te doblegue a su voluntad. Eres más poderosa de los que crees. Y hoy lo descubrirás.

Cuando quiso hacer tantas preguntas como sabia su cuerpo no le respondió, sin moverse aquella imagen de su madre, lentamente desaparecía de su lado alejándose como un recuerdo borroso que esfuerzas por no olvidar. Como si de un sueño normal saliera sus ojos se abrieron ante la claridad que residía en el lugar. Al verla, se levanto calmadamente, sin perder detalle de esta y se acerco alargando su mano para cogerla. Pronto aquel pequeño foco de luz la alcanzo rodeando su cuerpo por completo, levantándola del suelo y manteniéndola en el aire. Las flores de su alrededor se tornaron blancas del color tan puro y brillante como podían y como su aquella luz lo absorbiera se volvió violeta como si el color de las flores pasara a ella. Cerró sus ojos con fuerza notando un fuerte viento en su interior y extendió sus brazos aun en el aire dejando que todo lo poderoso del mundo llegará a ella, atándose en su interior.




Apenas pasaron unos minutos cuando Irene cayó al suelo depositando sus descalzos pies en el pasto y respiro llenando sus pulmones con todo el aire que podía. Al abrir sus ojos aquella tonalidad violeta estaba en ellos con un brillo que los hacía irresistible a la vista. Dio suaves pasos hasta la tumba y se agacho dejando que su pelo, largo y negro cayera un lado de su cuerpo y rozara el suelo. – Mama, tenías razón está en mi.

Aquellas palabras fueron todo lo que pronunció antes de salir de allí. El tiempo pasaba y la pequeña Irene se dio cuenta que el tiempo no pasaba para ella. Que la gente a su alrededor moría con el paso del tiempo y que ella seguía igual ampliando sus conocimientos y su fuerza sobre la magia de la tierra.

Ahora cientos de años después, los tiempos cambian pero no la esencia de la verdad. Irene vaga por las ciudades, buscando un lugar donde asentarse, sintiendo la fuerte presencia de su madre siempre cerca. Aprendió grandes hechizos y conjuros que estudio des de niña y que perfecciono cada día de su larga vida.

Se estaciono con una nueva presencia y un nuevo nombre. En una ciudad grande abierta a su nuevo poder, donde poder conseguir nuevos aliados y amigos. Un lugar donde vivir y por fin encontrar gente que se mereciera aquellos conocimientos que les traspasaría. El poder, fuera débil o fuerte residía en algunas personas durmiendo en su interior y ella misma se encargaría de despertarlo en los escogidos para ello.

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